Se aceptan contradicciones
En un mundo que premia la coherencia rígida y castiga el cambio de opinión, quiero hacer una defensa sencilla pero necesaria: cambiar de idea no solo está bien, es signo de salud mental.
Modificar una postura, revisar una creencia o animarse a decir “ya no pienso igual” suele generar miradas desconfiadas, como si estuviéramos traicionando algo o a alguien. Pero hay una diferencia clave entre actuar en contra de nuestros valores y revisar nuestras opiniones. Lo primero puede ser disonante o incluso dañino. Lo segundo, en cambio, es una expresión de evolución.
En psicología, sabemos que la flexibilidad psicológica —la capacidad de contactar con el presente y adaptarse según lo que la situación exige, sin dejar de actuar en función de lo que realmente importa— es uno de los pilares del bienestar. Steven C. Hayes, uno de los fundadores de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), lo plantea con claridad: “La flexibilidad psicológica es la habilidad para estar en contacto con el momento presente más completamente como un ser humano consciente, y para cambiar o persistir en comportamientos cuando hacerlo sirve a los valores elegidos” (Hayes, Strosahl & Wilson, 2012).
Lo opuesto a la flexibilidad es el delirio: una idea fija, impermeable a la evidencia, que no se puede discutir. Por definición, el delirio es irreductible. En cambio, la salud mental implica poder pensar distinto, integrar experiencias nuevas, y a veces, darnos el permiso de cambiar.
Conclusión
Aceptar nuestras contradicciones no es resignarse a la incoherencia, sino honrar la complejidad humana. Mientras nuestras decisiones sigan alineadas con nuestros valores más profundos, cambiar de opinión es una señal de madurez, no de debilidad. Nos hace más empáticos, más libres y, sobre todo, más humanos.
Referencia bibliográfica:
Hayes, S. C., Strosahl, K. D., & Wilson, K. G. (2012). Acceptance and Commitment Therapy: The Process and Practice of Mindful Change (2nd ed.). New York: Guilford Press.
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