La epidemia silenciosa: redes sociales y salud mental en la década del 2020
Por Lic. Bruno Casiello
“Si no estás pagando por el producto, el producto sos vos”. La frase, atribuida a Jaron Lanier —científico computacional, músico y autor del libro Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato—, sintetiza con crudeza una verdad incómoda: las redes sociales no son herramientas neutrales. Son entornos diseñados para capturar nuestra atención, modificar nuestro comportamiento y, sobre todo, hacernos volver una y otra vez.
Desde la psicología clínica, asistimos cada vez con más frecuencia a las consecuencias subjetivas de este fenómeno. El malestar psíquico ya no se expresa solo en vínculos familiares o laborales, sino también en la relación que cada persona establece con su mundo digital.
Horas frente al teléfono: una fuga constante de vida
La pérdida de productividad no es solo un problema económico o académico: es también una pérdida existencial. Estudios recientes estiman que el promedio de uso diario del teléfono ronda las 4 a 5 horas. Eso equivale a más de 70 días completos al año. ¿Qué podríamos estar haciendo con ese tiempo? ¿Qué espacios internos dejamos de habitar cuando cada instante muerto lo llenamos con contenido ajeno?
La intolerancia al aburrimiento: el síntoma de una época
El aburrimiento es una experiencia fundamental. Es en los tiempos vacíos donde muchas veces surgen ideas, emociones, intuiciones. Pero hoy, el aburrimiento parece intolerable. Niños, adolescentes y adultos recurren al celular apenas se genera un silencio o una espera. La cultura del estímulo constante ha desplazado la posibilidad de estar en pausa. Y no saber aburrirse, en términos clínicos, es no poder encontrarse con uno mismo.
La sensación de inadecuación: todos parecen estar mejor que yo
Las redes son vitrinas. Vemos vidas recortadas, momentos elegidos, logros exhibidos. Aun sabiendo que lo que se muestra es una parte, no podemos evitar compararnos. Esa comparación suele dejarnos en desventaja. Nos sentimos por detrás, menos interesantes, menos atractivos, menos felices. Esa sensación crónica de inadecuación es caldo de cultivo para la ansiedad, la insatisfacción permanente y la desconexión con la vida real.
Parecer antes que ser: la trampa del personaje digital
En muchos casos, el valor de una experiencia está en si puede ser publicada. Vivimos más para la foto que para el momento. Esta lógica del "parecer" por encima del "ser" impacta en la identidad, en los vínculos y en la autenticidad. Lo interno queda supeditado a lo visible. Y esa presión por construir una imagen permanente nos aleja del contacto genuino con lo propio, con lo que no se muestra, con lo verdaderamente humano.
¿Qué hacemos con esto?
No se trata de caer en una postura tecnofóbica ni de eliminar todo rastro digital. Pero sí de detenernos a pensar. ¿Qué lugar ocupan las redes en mi día a día? ¿Cómo me hacen sentir? ¿Qué emociones aparecen cuando no las uso? ¿Estoy eligiendo conscientemente o estoy actuando en automático?
Recuperar espacios sin pantalla, habilitar el aburrimiento, reconectar con lo que no se puede postear. Tal vez por ahí empiece un modo más saludable de habitar este mundo hiperconectado.
Bibliografía sugerida:
Lanier, J. (2018). Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato. Editorial Debate.
Turkle, S. (2017). En defensa de la conversación. Editorial Ático de los Libros.
Odgers, C. (2020). Smartphones are bad for some teens, not all. Nature.
Harris, T. (The Social Dilemma, 2020). Documental. Netflix.
Twenge, J. (2017). iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy. Atria Books.
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