¿Qué pasa si tu terapeuta está sesgado ideológicamente?

 



¿Qué pasa si tu terapeuta está sesgado ideológicamente?

La terapia es un espacio íntimo, seguro y cuidadosamente construido para poder pensar(se). Pero, ¿qué pasa cuando sentís que tu terapeuta está atravesado por una ideología política, religiosa o cultural que empieza a teñir su manera de escucharte y de intervenir?

Todos tenemos sesgos, también los terapeutas

Lo primero es aclarar algo básico pero necesario: los terapeutas también son personas. Tienen historia, valores, creencias, preferencias políticas y hasta prejuicios. El punto no es que no los tengan —porque eso sería inhumano—, sino qué hacen con ellos en el espacio terapéutico.

Un profesional formado y éticamente comprometido no impone su mirada del mundo. Está entrenado precisamente para poder distinguir entre lo que le pasa a él y lo que le pasa al paciente. Esa capacidad de autorreflexión y contención de los propios contenidos es parte de su responsabilidad clínica.

¿Por qué es un problema ético?

Porque el consultante no llega a terapia a ser educado ni corregido ideológicamente. Llega con sufrimiento, dudas, deseos, contradicciones. Y merece un espacio donde sus palabras no sean juzgadas ni utilizadas como vehículo para reafirmar una agenda ajena.

Cuando un terapeuta utiliza su lugar de influencia para transmitir ideas políticas, religiosas o morales como verdades incuestionables, está rompiendo uno de los pilares éticos fundamentales de la práctica clínica: el respeto por la autonomía del paciente. No importa si el contenido en cuestión es de “izquierda” o de “derecha”, “progresista” o “conservador”. Lo que importa es que deja de escucharte como sujeto singular y empieza a verte como alguien que tiene que ser corregido o alineado con su propia visión del mundo.

Esto no solo invalida el proceso terapéutico: lo contamina. Porque en lugar de ayudar al otro a pensar, a descubrir sus propias coordenadas, lo empuja a adaptarse para no ser rechazado, o directamente a callarse aspectos esenciales de sí.

Señales de alerta

No siempre es fácil identificar si hay un sesgo ideológico interfiriendo, pero hay algunas señales que pueden llamar la atención:

Comentarios reiterados con un mismo sesgo político, social o religioso, sin que vos lo hayas planteado.

Juicios de valor explícitos sobre tus decisiones, basados en su visión del mundo y no en tus propios criterios.

Falta de escucha genuina cuando pensás distinto.

Intento de convencerte, corregirte o ridiculizarte por lo que opinás.

Si algo de esto pasa, no significa automáticamente que la terapia no sirva, pero sí puede ser útil detenerse a pensarlo.

¿Qué podés hacer?

Traerlo a sesión. Aunque parezca difícil, es legítimo decir algo como: “Siento que algunas cosas que decís están teñidas de cierta mirada política o ideológica, y eso me hace ruido”. Un terapeuta ético no debería ofenderse, sino abrirse a revisar el encuadre.



Evaluar si te sentís libre. La terapia no es para estar de acuerdo con el terapeuta, sino para estar más de acuerdo con vos mismo.



Cambiar de terapeuta, si es necesario. No es una traición ni un fracaso. Es parte del derecho del paciente a elegir con quién trabajar su proceso.



En resumen

Un terapeuta sesgado ideológicamente no solo corre el riesgo de deformar el encuadre clínico: está vulnerando un principio ético básico. La neutralidad no implica indiferencia, sino la capacidad de poner en pausa lo propio para priorizar lo del otro. Cuando eso se pierde, lo que se rompe no es solo la confianza, sino el sentido mismo del espacio terapéutico.


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