La sexualidad en la experiencia humana
Diálogo imaginario entre Freud, Jesús y Woody Allen
Introducción:
La sexualidad ha sido abordada desde múltiples perspectivas: médicas, filosóficas, religiosas y artísticas. Pero ¿qué pasaría si tres voces radicalmente distintas se encontraran para conversar sobre su importancia en la vida humana? En este diálogo imaginario, Sigmund Freud, Jesús de Nazaret y Woody Allen comparten sus miradas —profundas, espirituales y neuróticamente sinceras— sobre el lugar del deseo en nuestra existencia.
Una charla improbable en una mesa redonda fuera del tiempo.
[Escenario: Una mesa redonda, tres copas de vino, luz cálida. El lugar parece suspendido entre épocas. Freud en su sillón, Jesús con túnica clara y mirada serena, Woody Allen revolviendo un café con ansiedad contenida.]
Freud:
La sexualidad, señores, es el motor oculto de la psique humana. Desde el primer llanto hasta el último suspiro, la libido marca el compás de nuestras acciones. Lo negamos, lo reprimimos, pero siempre retorna. Como la verdad, o el complejo de Edipo.
Jesús:
Entiendo lo que dices, Sigmund. Pero no todo deseo debe realizarse. La dignidad del ser humano está en su capacidad de trascender. Hay gozo más allá del cuerpo, incluso en su renuncia. El amor no se agota en lo erótico.
Freud (con leve sonrisa):
Sí, sí, lo espiritual. Pero incluso los más castos subliman, y en esa sublimación está la misma energía que en el impulso sexual. No podemos escapar del ello tan fácilmente, ni siquiera con parábolas.
Woody Allen:
Bueno, si me permiten intervenir entre el rabino austriaco y el carpintero más influyente de la historia… Yo sólo quiero saber si tener fantasías con mi analista me hace un degenerado o simplemente un tipo con buen gusto.
Freud:
No estás solo, Woody. Es un fenómeno frecuente. Lo llamamos “transferencia”. Pero sigamos…
Jesús:
La sexualidad puede ser santa, pero no debe ser un ídolo. Cuando se convierte en obsesión, el alma se encierra. Es parte de la vida, no su totalidad.
Woody Allen:
¿Entonces qué hago con el deseo? ¿Lo abrazo, lo ignoro, lo escribo en un guión?
Freud:
Lo analizas. Lo comprendes. Y luego haces una película. O te enfermas.
Jesús:
O lo transformas en compasión. En servicio. El cuerpo tiene su verdad, pero no es la única.
Woody Allen (suspira):
Esto es agotador. Yo sólo quería una respuesta simple. Como “sí” o “no”.
Freud:
Nunca es tan simple.
Jesús:
No debe serlo.
Freud:
La sexualidad es importante.
Jesús:
Pero no es lo más importante.
Woody Allen:
Entonces… ¿qué es?
Freud y Jesús (a la vez):
La relación con el otro.
Woody Allen:
Ah, perfecto. La parte que más me cuesta.
[Ríen los tres. El vino se termina. La escena se funde en negro.]
Conclusión:
La sexualidad no es ni el núcleo absoluto ni el estorbo de la existencia humana. Es una dimensión más —poderosa, sí, pero no única— que convive con el amor, el sufrimiento, la creación, la culpa y la esperanza. Reducir al ser humano a su deseo o negarlo por completo son formas distintas de perder de vista su complejidad.
Entre el deseo que nos habita, el sentido que nos llama y el humor que nos salva… quizá ahí esté lo humano.
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